El arte del Ikebana

Las raíces del ikebana hay que buscarlas en el Budismo Zen y su relación con la espiritualidad.

Al igual que el aikido (algo más que un arte marcial), el ikebana es algo más que un arte floral del Japón. Elemento indispensable del tokonoma (una suerte de altar en el que se exponen un ikebana o un bonsai, siempre acompañado de un haikú -poema breve- realizado en caligrafía sumié), se convierte en una creencia con motivación espiritual de gran profundidad.

El arte del ikebana requiere disponer las flores dentro de unas cualidades de disciplina interior y abnegación que permiten al discípulo olvidar su yo y contemplar las leyes del cosmos, al mismo tiempo que adquiere mayor conciencia de sí mismo.

La finalidad última del ikebana es encarnar la verdad y el misterio último con naturalidad en la disposición de las flores, ramas y vegetales. Colocando las flores se canaliza la naturaleza espiritual del cielo y conjuntamente con la actitud interior. Así, cielo, tierra y humanidad se convierten en Uno.

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